sábado, diciembre 11, 2010

El gran Zatopek

y la novela de Jean Echenoz
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Emil Zatopec nació el 19 de septiembre de 1922, en Kropivnice, una localidad cercana a Ostrava, perteneciente hoy en día al territorio de la República Checa, pero que para aquellos años formaba parte de la flameante República Checoslovaca, que hacía apenas casi cuatro años, era presidida por su principal impulsor, Tomas G. Masaryk. Hijo de una familia humilde (de padre carpintero y madre ama de casa) contribuyó desde muy joven a la economía familar, no solo ayudando a su padre en los labores de la huerta, sino también trabajando en la fábrica de calzado Bata; fábrica que, de pura casualidad, y en contra de su voluntad (Zatopek llegó inlcuso a simular una lesión para no tener que participar del evento) lo impulsó a correr su primera carrera, en una de las tantas competiciones por ella organizada a fin de promover su calzado deportivo. Con el paso del tiempo la actividad irá ligandose a la vida del futuro atleta, lo descubrirán entrenadores, comenzará a particpar en competiciones cada vez más importantes, será revelación en los primeros campeonatos de Europa de posguerra, llegando quinto en su primer gran competencia, romperá una y otra vez los records nacionales, se inmiscuirá en la elite de corredores de fondo, ganará la medalla de oro (10.000 m.) y otra de plata (5.000), en los Juegos Olímpicos de Londres 48 y para Helsinky 52 se comenzará a convertir en uno de los atletas más importantes de la historia del deporte, consiguiendo tres medallas de oro en el lapso de una semana, en las tres pruebas más largas y cansadoras de toda la competencia: los 10.000 m., los 5.000 m. y, finalmente la maratón (42 Km.), competencia para la cual ni siquiera se había preparado, y a la que días antes lo terminó de convencer de participar su mujer, Dana Zatopkova, quien había ganado la medalla de oro en lanzamiento de jabalina, apenas unas horas después de que Emil consiguiera la suya en los 5000 metros.
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Jean Echenoz, novelista francés, nacido en Orange en 1947, finalizó de escribir este mismo año una novela (Correr) basada en la biografía de nuestro héroe. Pero allí no sólo se loan sus aptitudes atléticas y su logros deportivos. Ni se pinta de cuerpo entero su bondad, su humildad, su constante necesidad de aprehender y rescatar lo bueno que hay en cada persona y en cada región (Zatopek llegó a dominar nada menos que cinco idiomas) o su lealtad como deportista que lo hará merecedor de la admiración, cariño y respeto de todos sus adversarios. Se hace además hincapié en su otro destino (un tanto más trágico) impuesto por el socialismo sovietico invasor de la Checoslovaquia de Dubcek, luego de la pública defensa que Zatopec hiciera de las reformas propuestas por el mandatario eslovaco durante 1968, y de sus declaraciones de que mayor libertad era imprescindible para el pueblo Checoslovaco. Como tantos otros participes y simpatizante de la primavera de Praga, las condecoraciones, el rango de Coronel, su inmensa popularidad, y su tardes heróicas cargadas de medalla no lo salvaron del destierro, y fue enviado a Jachymov, lejos de Praga (donde seguiría teniendo residencia su mujer) a trabajar en las minas de uranio. Más tarde será convertido en basurero, y luego en "geólogo", esto último a fin de poder cumplir las colocación de postes para el tendido eléctrico.
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Dos extractos, entonces, de la novela, tenemos el gusto de presentar. El primero, relacionado a sus tardes de glorias, donde batía records, arrasaba competencia
y acumulaba medallas; el segundo aquel que ilustra sus otras carreras, ya como recolector de basura, en las que el pueblo checoslovaco lo sigue acompañando y adorando como a un héroe, porque para aquellos que se han ganado el cariño popular no existen desiciones y condenas políticas que alcancen para robarles el amor y el cariño que de un pueblo han sabido ganarse.
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Hay corredores que parecen volar, otros bailar, otros desfilar, otros parecen avanzar como sentados sobre las piernas. Algunos dan tan sólo la impresión de ir lo más rápido posible a donde acaban de llamarlos. Emil, nada de todo eso.
Emil parece que encoja y desencoja como si cavara, como en trance. Lejos de los cánones académicos y de cualquier prurito de elegancia, Emil avanza de manera pesada, discontinua, torturada, a intermitencias. No oculta la violencia de su esfuerzo, que se trasluce en su rostro crispado, tetanizado, gesticulante, continuamente crispado por un rictus que resulta ingrato a la vista. Sus rasgos se distorcionan como desgarrados por un horrible sufrimiento, la lengua afuera intermitentemente, como si tuviera un escorpión alojado en cada zapatilla de deporte.
Está como ausente cuando corre, tremendamente ausente, tan concentrado que ni parece estar cuando esta ahí más que nadie, y su cabeza, encojida entre los hombros, sobre el cuello siempre inclinado sobre el mismo lado, se balancea sin cesar, se bambolea y oscila de derecha a izquierda.
Puños cerrados, contorcionando caóticamente el tronco, Emil hace también todo tipo de cosas con los brazos. Cuando todo el mundo os dirá que se corre con los brazos. A fin de propulsar mejor el cuerpo, los miembros superiores deben utilizarse para aligerar las piernas de su propio peso: en las pruebas de fondo, el mínimo de movimiento con cabeza y brazos mejora el rendimiento. Pues Emil hace exactamente lo contrario, parece correr sin que le importen los brazos, cuya impulsión convulsiva arranca de demasiado arriba, describiendo curiosos desplazamientos, a ratos alzados o proyectados hacia atrás, colgando o abandonados a una absurda gesticulación, y sacude también los hombros levantado exageradamente los codos como si transportase una carga demasiado pesada. Mientras corre parece un boxeador luchando contra su sombra, por lo que todo su cuerpo, se asemeja a un mecanismo descompuesto, dislocado, doloroso, saslvo la armonía de sus piernas, que muerden y mastican la pista con voracidad. En suma, no hace nada como los demás, que a veces piensan que actua atolondradamente.
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Y mucho más adelante:
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Al cabo de esos seis años, la hermana mayor del socialismo y sus apoderados praguenses, que han convertido a Alexander Dubcek en jardinero, deciden que Emil regrese a la capital, pues se les ha ocurrido de ascenderlo y convertirlo en basurero. La idea parece buena, ya que la intención es humillarlo, pero no tarde en demostrarse que no es tan buena. En primer lugar, cuando Emil recorre las calles de la ciudad tras el camión con su escoba, la gente lo reconoce de inmediato y todo el mundo se asoma a las ventanas para ovacionarlo. En segundo lugar, como sus compañeros de trabajo se niegan a que él recoga la basura, se limita a correr a pequeñas zancadas, en medio de los gritos de aliento como antes. Todas las mañanas, a su paso, los habitantes del barrio donde le toca trabajar a su equipo bajan a la calle para aplaudirle, vaciando ellos mismos su cubo en el camión. No ha habido en el mundo basurero tan aclamado. Desde el punto de vista de los apoderados, la operación resulta un fracaso.

Emil Zatopec

miércoles, mayo 12, 2010

Cartas escogidas

de Franz Kafka
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Tres cartas del autor praguense dirigidas a Max Brod publicamos. En las primeras aparecen dos costados no demasiado difundidos del autor. El humor (aspecto sobre el cual no deja de llamar la atención Milan Kundera a la hora de referirse a su obra) y la crítica literaria.
La última permite introducirnos, al menos por unos instantes, en el pensamiento del gran autor al repecto de su propia obra. En ella Kafka hace referencia a su primer novela conocida primeramente como América, y más tarde también como El fogonero y El desaparecido.

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Carta-tarjeta. 7 de junio 1906.
Durante algun tiempo, mi estimado, no podré ir a ninguna parte. El decano ha cometido la imprudencia de adelantar mi fecha de examen y, debido a que me dio verguenza ser más sensato que él, no hice ninguna objeción.
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Un historiador de la literatura me dijo ayer de forma muy enfática: Max Brod es un verdadero poeta
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Te saludo afectuasemente
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.................................................................Franz.
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Carta, probablemente 11 de abril de 1909. (Extracto).
Ayer hablamos de una historia de Hamsum, yo conté cómo el hombre se sienta en un coche de caballos delante del hotel, eso no era realmente así. El hombre está sentado junto a una mesa en algún sitio en un restaurante y, sobre todo, está con una muchacha a la que ama. Pero en otra mesa de este restaurante hay un individuo joven al que, a su vez, ama la muchacha. Por medio de algún artificio, el hombre trae al individuo joven a su mesa. El individuo joven se sienta junto a la muchacha, el hombre se pone de pie, en todo caso después de un breve instante, probablemente se afirme en el respaldo del sillón, y dice acercandose lo más posible a la verdad: "Señores -lo lamento mucho-, usted, señorita Elisabeth, hoy una vez más me ha embelesado completamente, pero ya comprendo que no podré hacerla mía -y eso me resulta un misterio-". Esta última frase, es un pasaje en que la historia se destruye a sí misma en presencia del lector o al menos se oscurece, no, se empequeñece, se distancia, de modo que el lector, para no perderla, ha de penetrar en un territorio evidentemente vallado. -Si no te va bien, escríbeme.
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.................................................................Tu Franz.
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Carta, 22 de julio de 1912. (Extracto).
También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosos rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se accede a Dios de otra forma. Tú, Max, tienes entender que deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a tí, y aunque sólo sea por mí. Está elaborado sobre la base de pequeñas piezas más bien alineadas que entrelazadas; durante mucho tiempo seguirá por un camino recto, antes de llegar a formar el círculo deseado, y en aquel instante, en función del cual trabajo, las cosas no resultarán en absoluto más faciles, mucho más probable es que, habiendo sido inseguro, pierda la cabeza. Por esto, será algo de lo que se pueda hablar solamente cuando concluya la primera versión.
(...)
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............................................... ..................Franz.



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miércoles, abril 28, 2010

Stanislav K. Neumann

Presentación
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Stanislav Kostka Neumann nació en Praga en 1875 y vivió hasta 1947, es decir, hasta unos meses antes que ocurriera el golpe que instauraría el régimen comunista en febrero de 1948. En todo ese tiempo fue poeta, ensayista, fundó revistas, fue anarquista en su juventud -lo que le concedió experimentar la carcel en época del imperio Austro-Hungaro-, se afilió al Partido Comunista, distanciandose en 1929 (junto a otros pocos intelectuales) por el acercamiento de éste al stalinismo, volviendo a él un tiempo más tarde. En comunión con sus creencias políticas defendió la literatura proletaria y, más tarde, el realismo socialista, quedando relacionada, gran parte de su obra, a tales mandatos. En su juventud, y también en concordancia con sus ideas políticas, había resaltado al individuo en confrontación con el mundo. Los títulos más destacados de su obra tal vez sean Libro de juventud y porfía (donde reúne sus primeros cinco libros de poemas), Cantos rojos y Sonata de la vida horizontal (ambas, obras íntimamente relacionadas a sus creencias políticas y que dan muestra de la vinculación que para el autor existía entre unas y otra). El libro de los bosques, aguas y laderas que junto a Cantos nuevos, muestran una faceta mucho más lírica y pura, siendo los que finalmente lo convertirían en un clásico de la poesía checa del siglo XX.
Acorde a sus títulos, el primero canta a la imponente naturaleza de Moravia; el segundo -aproximándose al futurísmo- "a los objetos más triviales de la civilización moderna (los hilos del telégrafo, los farolillos de los burdeles, etc)" tal como describe el eslavista español Alejandro Hermida de Blas.
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Pero además de su valor intrínsico como poeta y literato, la figura de Stanislav K. Neumann adquiere valor por su activismo en la difusión de la cultura checa, y, en especial, por su colaboración con los jóvenes poetas surgentes que luego conformarían el poetísmo checo. De esta manera sería una factor determinante en los primeros pasos del futuro nobel Jaroslav Seifert, según él mismo nos narra en su memorias Toda la belleza del mundo:

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"En el comienzo de los años veinte, cuando ya me había despedido para siempre de la
idea de que, como estudiatne externo, llegaría a acabar el bachillerato -por cierto que todavía me acosa la pesadilla de que aún me epsera el horrible examen-, S.K. Neumann me preguntó, con tono amistoso en el que no dejé de notar un poco de severidad, cómo imaginaba mi futura existencia. Esta pregunta me sorprendió un poco, viniendo de Neumann, pero no tanto como para desconcertarme.
Escribiré poesía.
Neumann sonrió, me echó un brazo sobre los hombres y nos fuimos a tomar una cerveza. Al cabo de una semana, me encontró un empleo en una editorial comunista de Praga. (...).
Neumann venía a menudo a la editorial. A veces le pedía al jefe que me diera permiso para salir y nos íbamos a tomar unas copitas de vino. Bebiendo, hacíamos proyectos o dirigíamos la revista Reflektor. Neumann llevaba en la cartera toda la redacción. En una de estas reuniones, me preguntó cuántos poemas había escrito hasta entonces. Que lo mirara en casa. Aquella misma noche ordené todos mis manuscritos y al dia siguiente se los llevé.
Neumann me ordenó los manuscritos de una manera diferente, expresó que estaba de acuerdo con el título y me recomendó que me los hiciera pasar a máquina y que diera una copia a la editorial y otra a Teige; él seguramente me dibujaría la portada y el frontispicio. (...). Al cabo de un mes encontré sobre mi
escritorio las pruebas de imprenta. Escribí en ellas una dedicatoria a Neumann y un mes después el libro estaba hecho.
Trajeron los ejemplares en una gran caja y, cuando el empleado se puso a abrir la tapa estaba excitadísimo.
El primer ejemplar se lo dediqué a mi futura mujer, el segundo a Neumann, y el tercero me lo metí en el bolsillo. Vi a Neumann al dia siguiente. Hojeó rápidamente el libro y cuando leyó la dedicatoria, para mi sorpresa, me miró con un gesto de reproche. Guardó el libro en la cartera y me dijo:
-Recuerde que un poema no es ningun acontecimiento y el primer libro, como la primera golondrina, todavía no hace un poeta."
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Pero además sería el mismo Neumann quien presentara a Seifert a Karel Teige, de alguna manera la voz cantante de Devetsil: "Aquí tienes a uno más. Todavía no es nada, pero seguramente será un poeta lírico. Ocúpate de él y ya veremos. Tengo aqui algo suyo y no está mal del todo." En otras páginas de las memorias de Seifert volverá a aparecer la figura de Neumann, ya sea por su trabajo difundiendo la obra de los nuevos poetas, ya sea polemizando con ellos; incluyendo, por supuestos, a sus cercanos Teige y a Jaroslav Seifert mismo.